Gramática estilística

Julio 24

La gramática estilística de Juego de Gemelas

 

Hace años que no tengo televisión en casa: no entra en ningún lado, me resulta incómodo que se convierta en la pieza organizadora de la arquitectura interna de mi casa, no veo bien de lejos y que quede suspendida a una distancia mayor a dos metros implica un esfuerzo fìsico que no estoy dispuesta a realizar. En general no la extraño, salvo que quiera seguir algún evento público de interés antropológico, como el mundial de fútbol o, por qué no, el velorio de una reina o la coronación de un rey de unas islas remotas. Pero hay un placer innegable en el zapping que a veces, cada tanto, añoro: el encuentro casual con una imagen del pasado. Ahora ya no tengo encuentros audiovisuales con el destino: todo tiene que ser debidamente planificado. Ya casi no puedo recordar cómo era cambiar de canal y encontrar una película más o menos desconocida y quedarme viéndola con nostalgia y comodidad.
 

Hace unos meses, de hecho, tuve que organizar una viewing party de un clásico de mi infancia: Juego de gemelas, o en rigor de verdad,  The Parent Trap. Digo The Parent Trap porque la vimos en inglés. Por supuesto, tuve que pedir prestada una televisión ajena: mi idea era mostrarles a dos amigas un poco más chicas que yo lo notable que es la actuación de Lindsay Lohan, que en ese entonces (1998) tenía once años y logra, contra todo pronóstico, construir dos personajes distintos, o tal vez cuatro: Annie y Hallie, las dos gemelas separadas prácticamente al nacer (una de California y otra de Londres), Hallie haciéndose pasar por Annie (con mucho éxito) y Annie haciéndose pasar por Hallie (con bastante menos éxito, aunque tampoco podemos culparla del todo: el perro no la reconoce, la comida no le gusta y el padre tiene una nueva novia que la pone en aprietos). Ver en inglés clásicos que vimos en castellano en los años de nuestra infancia es una actividad interesante, una especie de rewatch con diferencia, una invitación al descubrimiento que no nos deja olvidar lo esencial: la serenidad que trae la sucesión de imágenes conocidas sumada a la posibilidad (ligeramente paradójica) de descubrir cosas nuevas porque ahora sí podemos dejar de prestarle atención a las idas y vueltas de la trama.

 

El efecto y las ramificaciones del rewatch fueron múltiples. Por un lado, como traductora part time, me hizo pensar en que el título es un triunfo radical: es mucho mejor Juego de gemelas que Trampa para padres (literal y sin gracia) o Tú a Londres y yo a California (la versión española, larguísima, con spoilers, sobreexplicativa). Como en el caso de La novicia rebelde (que en España se llama Sonrisas y lágrimas) o La noche de las narices frías (que en España- no miento- se llama 101 dálmatas: ¡más vivos que nunca!), la versión latina es infinitamente superior.

 

Por otro lado, este rewatch también me condujo directamente a una epifanía material y concreta que pude corroborar casi al instante: que todas las claves de mi estilo, acaso todos mis modos de vestirme, están contenidos en Juego de gemelas. A veces me visto como Annie, a veces me visto como Hallie, a veces como la madre y a veces combino los tres estilos. Creo, de todos modos, que no estoy sola, en parte porque los 90 volvieron hace bastante y la película cristaliza en imágenes muy concretas todos los estilos que podíamos elegir en ese momento. Creo, también, que Juego de gemelas es un coming of age bastante generalizado y que fuimos varios los que logramos abstraer una suerte de gramática estilística primigenia de la película. Y al mismo tiempo, más allá de las modas de época, pienso que nuestros manuales de estilo eran mucho más limitados. La selección y disponibilidad de películas y modelos a seguir se reducía a lo que encontrábamos en el videoclub de barrio o en la sucursal de turno de Blockbuster y el resultado era que casi todas nosotras veíamos las mismas películas, posiblemente una y otra vez (mi papá, de todos modos, no creía que existieran las películas para chicos y me obligaba a acompañarlo a cines de la calle Corrientes a ver oscuros clásicos del cine iraní, pero esa es otra historia) y compartíamos un universo de referencias afectivas intensas y dispersas. En los 90, ni siquiera existían las princesas de Disney como entidad unificada; cada una llevaba una existencia separada y distinta en su esfera de acción. Tampoco sabíamos que existía el costume design y que había personas y equipos dedicados a construir el guardarropa y el estilo de los personajes de ficción. La de Juego de gemelas era la británica Penny Rose, que trabajó en vistas tan dispares como Piratas del Caribe y The Wall.

 

Digamos que en cuarto grado era mucho más probable que Hallie te pareciera la gemela más canchera. Su primer outfit es una síntesis perfecta de los principios que hacen a la California cool girl, un sueño estival: short escocés, campera de jean oversize, anteojos de sol ovalados. También es dueña, acaso, del mejor pijama de la historia del cine (¡celeste con estampa de nubes!), sabe hacer bromas y jugar al poker (con una campera bomber espectacular y anteojos de sol en plena noche- imposible no añorar ese look que el doble latino acompañaba con un efectivísimo “Yo te voy a dejar limpia, niña”) y sobre el final también tiene unas skippys fucsias con glitter, moda a la que sólo logré acceder en su reedición reciente porque a mamá le parecía un horror inenarrable que usáramos sandalias de plástico. Pienso en un campamento escolar que ocurrió por esa época: una amiga y yo con prácticamente la misma ropa (short a cuadros, remera haciendo juego, campera de jean) solo que el mío era azul, y el de ella rojo. Nos peleamos todo el viaje por quién tenía derecho a ser Hallie y quién Annie. Ahora creo que ni me pelearía: sin dudas aspiraría a ser Annie la mayor parte del tiempo (hace no tanto me compré una campera beige con cuello marrón sólo porque me recordaba al impermeable que usa al final de la película).

 

Es que Annie, la gemela londinense, sabe algo que ninguna otra chica de once años sabe: que el verdadero poder pasa por la buena sastrería (y en lo posible en los trajes a medida). Su primer outfit es espectacular: traje escocés con pollera y saco con botones forrados, chatitas estilo Chanel (de color beige con puntera negra), vincha haciendo juego y unas valijas en tonos neutros francamente en envidiables. Hasta su uniforme del campamento es ligeramente distinto a los demás porque agrega un par de detalles muy personales: elige la remera con cuello polo por sobre la remera normal, y la tiene adentro del pantalón. Siempre está prolija, impecable, mejor que preppy. En la cabaña de aislamiento, Hallie combina su ropa con la ropa del campamento (y así arma, tal vez, uno de sus mejores outfits: pantalón escocés, medias blancas, náuticos marrones, hoodie verde), pero Annie tiene puesto el uniforme completo, con buzo y todo.

 

También es notable que, ya en California y haciéndose pasar por su hermana, Annie consiga imprimirle su sello personal a la ropa de Hallie: se arma una especie de trajecito ad hoc con pantalón blanco, campera blanca, remera amarilla, zapatillas amarillas y anteojos de sol. Con Hallie no pasa lo mismo: su outfit también es amarillo y blanco (pollera escocesa, camisa con cuello Peter Pan, cárdigan amarillo, vincha), pero no tienen ningún toque personal que nos haga pensar que está habitando una personalidad y un guardarropas ajenos. Está absolutamente transformada, y ahí tal vez se esconde la clave del éxito de su performance; lo que la traiciona es no poder ocultar cuánto sabe de vinos y no otra cosa. Cuando se van al campamento con el padre y Meredith (la nueva novia), es muy fácil adivinar quién es quién a pesar de que juran no revelar sus verdaderas identidades hasta finalizado el viaje. Es evidente que Annie es la de la remera azul.

 

La madre, Elizabeth James, es diseñadora de vestidos de novia y es famosa a ambos lados del Atlántico; podemos suponer que Annie aprendió más de una cosa de ella. Pero también vale la pena prestarle atención a sus outfits. Yo lo hice muy tempranamente porque en cada rewatch infantil mi madre comentaba que le encantaba que la sisa de todos sus vestidos fuera cuadrada. Yo no entendía mucho de qué iba el asunto, pero mamá si sabía coser, tejer y bordar, así que daba por bueno el comentario sobre la particularidad de la ropa y me limitaba a observar. Ahora es muy fácil darse cuenta de que toda su ropa está inspirada en Lady Di, la English Rose definitiva, cuyo vestido de novia inspiró algunas de las peores atrocidades de la década del 80. The Parent Trap abreva en los estilos más casuales de Diana y termina rindiéndole un gran homenaje involuntario (cuando empezó el rodaje de la película, en julio de 1997, Diana estaba viva). Lo vemos en el corte de pelo, pero también en los shift dresses (favoritos, también, de Joan Didion), las camisas celestes, los tonos neutros que transmite calidez e intimidad  y, por sobre todas las cosas, en el vestido negro que usa para encontrarse con su ex y que evoca, sin dudas, el famoso revenge dress de Versace que Diana usó en su primera aparición pública post divorcio de Prince Charles.

 

También: un rewatch adulto nos obliga a detenernos en una villana de infancia que en retrospectiva tal vez ni siquiera era tan villana: Meredith Blake, la nueva novia joven del padre que amenaza con desbaratar el plan de las gemelas. Meredith también tiene outfits memorables con una paleta de colores que, quizás, nos devuelve la imagen de otro ícono de los 90, o más específicamente del minimalismo de los 90: Carolyn Bessette Kennedy (otra muerte trágica de la década, por cierto). La ropa de Meredith es más clásica y tiene más estructura, pero combinaciones de blancos puros y negros puros, vestidos con tiras finitas y trenchs de colores claros ciertamente nos acercan a esa zona. Meredith también es el único personaje de la película que usa maquillaje que se nota; Elizabeth, obviamente, está maquillada, pero luce un no make up look que busca insistir sobre una especie de elegancia natural que no precisa adornos; Meredith, en cambio, usa un perfecto rouge y tiene los labios delineados en casi todo momento. La película misma construye imágenes muy certeras que la identifican como artificial y malvada, pero no podemos negar que sus sombreros y accesorios son impecables y que su outfit de campamento es el athleisure soñado.

 

Le cuento a una amiga del colegio que estoy escribiendo algo sobre la ropa de Juego de gemelas y los apuntes que tomé al respecto. Ella, embarazada de siete meses, me responde: “Tenés razón, ahora siempre estoy vestida como Chessy”. Chessy, la niñera/ama de llaves de California que usa ropa cómoda y de algodón y ofrece su propia versión de la California cool girl. Chessy no había entrado en mis cálculos, y el comentario volvió a abrirme la puerta a ese misterio total que es la supervivencia de las imágenes.   

 
Texto: Eugenia Santana Goitia
Fotografía: Buena Vista Pictures

 

Gramática estilística
Regresar al blog