Vol. 2
Sylvia Molloy
“Tengo que levantarme, vestirme y sacar mi cuerpo a pasear.”
Sylvia Plath, The Unabridged Journals of Sylvia Plath
“Siente el deseo de poner en palabras exactamente cómo es su aspecto, cómo habla. Su pelo y su ropa. El ejemplar de Por el camino de Swann que ella lee al mediodía en el comedor del colegio, con un oscuro cuadro francés en la cubierta y el lomo color verde menta. Sus dedos largos pasando las páginas.”
Sally Rooney, Normal People
La propuesta de Higo es citar con un objeto -una prenda- la obra de una escritora. Una cita no textual, una traducción vertiginosa y descarada que puede fallar tanto por la obviedad como por lo tirada de los pelos.
Un overol es una armadura. Ofrece un espacio bastante hermético en el que enfundarse y protegerse. Si hay que vestirse, despabilarse y lanzar el cuerpo a la calle, el overol resuelve.
Sylvia Molloy escribió novelas y también unos libros muy cortitos, bellísimos para coleccionar, que tienden a moverse por lo autobiográfico. Uno de ellos es Citas de lectura, setenta y dos páginas editadas por Ampersand que reúnen algo de lo que Molloy tenía para decir sobre los libros. No desde un punto de vista académico sino desde el amor.
Molloy es brillante con los detalles, su sensibilidad se expande en la observación de lo granular. Enamorada del objeto libro, de las inteligencias dedicadas a la escritura, de ciertas palabras incandescentes, de lectores inspiradores, escribe estas miniaturas.
Cuenta que cuando se mudó a Estados Unidos, sus libros viajaron en un baúl de latón verde a prueba de golpes e intemperies. Pienso que ojalá pudiéramos hacer un overol a prueba de golpes e intemperies. Pero como no podemos, trabajamos una silueta cómoda y elegimos una tela fuerte. Si hay que viajar con poca ropa y muchos libros, como dice Sylvia que hay que viajar, un overol es un seguro que, además, refuerza la pose de mujer fuerte que se atreve a irse con la casa a cuestas.
Dice Yiyun Li (2017) que “cualquier mente joven tiene que enamorarse de un libro alguna vez para aprender a leer”. Es totalmente cierto. Pero también me gusta la desvergüenza con la que Molloy confiesa que la pose de lectura, “el prestigio de verse y ser vista con un libro en la mano”, es un encanto al que se puede ser sensible incluso antes de interesarse por lo que hay dentro del libro.
Una vez más en el directorio de lecturas de Higo, vuelvo a Normal People, vuelvo a pensar en Marianne, en sus dedos largos y elegantes pasando las hojas de Swann’s Way. No me importan sus rasgos autodestructivos, quiero ser ella, quiero ser dueña de esa elegancia, quiero leer Por el camino de Swann y correr los riesgos del aburrimiento (perdón, Proust). Y vuelvo entonces a Molloy: enamorarse de la pose de lectura también es una forma exquisita de aprender a leer.
— Citas de lectura, Buenos Aires, Ampersand, 2018