Catalina Aguilar Mastretta

No 11

Catalina Aguilar Mastretta 

“Sobrevivimos al amor como a otras cosas
y lo guardamos en el cajón
Emily Dickinson, Poema 887 (Silvina Ocampo Trad.)
La relación entre María y Emiliano se termina después de diez años. María se muda a una casa nueva con cama nueva y sábanas nuevas y sin embargo, todo huele a Emiliano. Hay algo especialmente descorazonador en saber a qué huele el pasado. Todos los días son nuestros (2016) de Catalina Aguilar Mastretta es la historia del fin de un amor. Desde la voz de María, aparecen los pedazos del vínculo roto, la nostalgia por lo que se les fue perdiendo; los tiempos sosegados del duelo, esa “situación sin chantaje posible” (Barthes, 2009).

 

La escritura de Catalina nos desarma porque logra destilar las formas inesperadas que adquiere la vida cuando tiramos la certidumbre en un cajón y perdemos la llave. Sin hacer un uso celestial de la lengua ni intentar una perspectiva particularmente novedosa, escribe sobre eso de lo que están hechos nuestros mundos privados con una frescura preciosa e inusual.

 

Una frescura que aparece en el modo en que María aborda su vulnerabilidad y sus clichés con desenfadoen los comentarios cinéfilos que cargan las páginas de amor y en un repertorio de personajes secundarios que iluminan las escenas: un jefe que considera final feliz que el matrimonio le gane a la pasión en Casablanca, una niña que argumenta el feminismo de Cenicienta, unos amigos espléndidos. Un libro cálido y nada pretencioso, un lugar donde cobijarse, un té con miel.

 

 


— Todos los días son nuestros, Buenos Aires, Planeta, 2017 [2016]

 

 


FOTOGRAFÍA: UKI ESPONA
Catalina Aguilar Mastretta
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